Fem Llitera se halla elaborando su código ético empresarial propio, íntimo y personal. ¿Por qué? ¿De qué modo? Es más, ¿qué es exactamente un código ético empresarial?
Reconozcamos previamente, ¿por qué la ética es tan importante en nuestras vidas? ¿Hasta qué punto forman parte de nuestra cotidianidad, de las sociedades y del mundo, la ética profesional, los códigos y los comités éticos empresariales?
Sin ir más lejos, en la ardua situación mundial actual de pandemia causada por el COVID-19, los profesionales de la salud están recurriendo de forma dramática a su ética profesional, apelando e invocando a los códigos y a los comités éticos de los centros e instituciones sanitarios, para obtener respuestas éticas, en relación a los conflictos éticos que deben resolver, las decisiones éticas que deben tomar, y los criterios éticos que deben aplicar. Hablo en el contexto de la desdichada situación real de tener que decidir quién recibe asistencia médica y quién no, en las circunstancias trágicas que se están dando de escasez de medios, de profesionales, material, maquinaria y espacios médicos; es decir, en la coyuntura de tener que decidir quién vive y quién no, ante la penosa realidad que nos impone el virus. La alternativa a contar con la ética, sería tomar dicha decisión en función de qué enfermo llega primero, en función de su condición social o de su poder adquisitivo, de las influencias y contactos que este tuviese, o quizás prestarle o no atención médica según su género, su edad, su origen, su ideología política, su religión, su apariencia, educación o simpatía, etc.
¿A qué dilemas nos enfrentamos?
¿En qué debe basarse una empresa para tomar la decisión de qué hacer con los residuos tóxicos que genera? ¿Y en la elección de si hacer un uso sostenible o no de sus recursos? ¿Ante la posibilidad de aportar riqueza y caudal o no a la sociedad? ¿En la contingencia de ofrecer condiciones de trabajo y salario dignos a sus empleados? ¿En la elección de cómo tratar a todos los colectivos involucrados? ¿O en la de qué criterios prevalecen en la contratación de personal, en la protección de datos, en el caso de sobornos, regalos, conflictos de intereses, etcétera?
¿La empresa debe basar dichas decisiones en aquello de lucrativo y crematístico – es decir, relativo al beneficio económico – que contenga cada opción? NO. Paralelamente a la moralidad y a la legalidad vigentes, la compañía ha de fundamentar sus acciones, decisiones, conductas y comportamientos, en unos valores y principios, en su misión y visión, en el compromiso y la responsabilidad empresarial y social adquiridos, y en el reglamento interno elaborado — mecanismo e instrumento de autorregulación vinculante: su código ético. Así tiene intención de hacerlo Fem Llitera. De modo que, como buen código ético en curso, el nuestro, ya plasma el posicionamiento ético respecto a los asuntos de la economía, de la empresa y de la sociedad, que nos atañen; y en concreto, incorpora juicios y pautas sobre temas propios de nuestra área de trabajo y acerca de nuestras particularidades como ente económico, para que nos sirvan de guía.
¿De dónde procede el código ético?
El código deontológico de Fem Llitera nace como marco de referencia para la toma de decisiones, crece como mecanismo de cohesión e integridad, y articula la aplicación de sus principios. Fem Llitera establecerá pautas de comportamiento y de buena gestión en el contexto de su deber como abastecedora de servicios, recursos y programas, a los pueblos en vías de despoblación y anhelos de repoblación de la comarca de la Llitera, en Aragón.
Dicho de otro modo, los humanos nos pasamos buena parte de nuestra vida en una fábrica, en una oficina, en un taller, en un espacio de trabajo… Por tanto, la ética debe analizar a la persona, su situación y su quehacer, también en el contexto laboral y de la empresa; es decir, los principios de las éticas aplicadas (beneficencia, no maleficencia, autonomía, justicia, responsabilidad) no pueden quedarse en las puertas de las organizaciones económicas.
Ninguna empresa vive sola en el mundo; por lo que su actuación tiene repercusiones en el medio dónde actúa. El código ético la orienta para que dicha repercusión sea positiva, y beneficiosa en todos los sentidos. La ética empresarial refuerza la creencia de que, aparte de un capital económico, la empresa representa un “capital social y humano” que hay que preservar y hacer crecer en común. De modo que el reglamento ético empresarial se convierte en instrumento positivo para hacer compatible el principio universal de la justicia y el particular del beneficio económico. Acontece como respuesta a la contraposición tradicional entre la cuestión moral — la búsqueda del bien, del humanismo y de la justicia — y la cuestión de la gestión, que busca beneficios, remuneración de la inversión, sustento, etc.
Por supuesto, la regulación deontológica no es ajena a la empresa. Le sirve para prevenir formas de corrupción, de acoso moral, de explotación…, como herramienta de gestión de conflictos, que se refiere en gran volumen a la propia estructura interna de “producción”, de gerencia, de administración, de gobierno. Con ella, la organización económica puede servir y transformar su entorno humano y el medio natural, mientras se autosustenta y mantiene un buen funcionamiento.
La fuerza del código recae en la cohesión y el compromiso adquirido por los miembros de Fem Llitera, que estamos abonando el terreno donde gestionar éticamente los dilemas y las dudas que la realidad cambiante de la empresa y las vicisitudes sociales y vitales pueden plantear. Tiene la función de crear un campo común de confianza tanto en el interior de la empresa como en la relación con todos sus grupos de interés: inversores, directivos, trabajadores, voluntarios, clientes, proveedores, bancos, agentes municipales y políticos, agentes, entidades e instituciones locales, aliados, socios, entorno, etc.
Desde esta perspectiva, las empresas no han de aportar respuestas responsables solo desde el punto de vista económico, sino que también tienen responsabilidades sociales, ecológicas, jurídicas… que derivan de su relación con la sociedad. Del mismo modo que han de ofrecer un producto o servicio de calidad, las empresas deben entender también que existen muchos interesados alrededor de su tarea y de sus objetivos globales. De ahí la necesidad de un código ético que guíe su labor.
Sus características principales
Con el código ético, se pretende identificar unos mínimos deberes éticos exigibles, potenciar una cultura global de la transparencia y la honestidad, fomentar las buenas prácticas y evitar las malas prácticas en la empresa. A raíz de él, la organización procurará que los procesos internos sean correctos, saludables y democráticos; las condiciones de trabajo óptimas; desarrollar políticas de equidad; tomar medidas a favor de la conciliación, la confidencialidad y de la ecosostenibilidad, entre otras.
En el otro bando quedan las empresas que, guiadas por el interés por el poder y el puramente pecuniario, utilizan medios amorales y/o ilícitos. Una empresa de índole inmoral quizás puede obtener más beneficio económico y mucho más alto al servirse de mecanismos y procedimientos no permitidos, o sencillamente porque ignora las buenas prácticas aceptadas y evita las consideraciones. El antídoto está en tener presentes las garantías éticas de la empresa, en la evaluación de los servicios prestados, y en el rendimiento financiero respetuoso con los derechos laborales, sociales y medioambientales.
Igual que la de la empresa, la salud del código ético será buena sólo si se elabora con metodología participativa, si se revisa, adapta, evalúa y valora periódicamente. Hacerlo público también contribuye a sanear todo.
No hay ningún documento que sea capaz de definir con detalle el amplio espectro de situaciones reales en que se podrán ver inmersos los miembros de una empresa. Aún así, estos documentos pueden convertirse en guías orientativas de criterio ético y buenas prácticas; operar como instrumentos de evaluación; y funcionar como recursos educativos para lograr una cultura ética.